lunes, 25 de marzo de 2013

TP10


Tu mamá debe ser pastelera.


Existen mil maneras de llamar a una mujer, entre las que sobresale, como una de las más utilizadas, la palabra bombón. Hemos escuchado mil veces a un hombre gritar por la calle: “¡¡Pero qué bombonazo!!” a una mujer que pasaba caminando; pero, ¿alguna vez una mujer se hizo escuchar al gritarle así a un hombre?
Centraré mi análisis en, como ya he dicho, la palabra bombón.
Bombón suena a percusión, a bombo golpeando, a corazón latiendo, a bomba gigante; suena como si fueran dos palabras monosilábicas unidas. El bombón es lo que venden en las confiterías relleno de chocolate, dulce de leche, licor y hasta menta y tiene forma redondeada, cuadrada, ovalada o cualquiera que se le ocurra al pastelero; pero que está relleno, está relleno.
Ahora, ¿por qué a las mujeres, no digo todas sino la mayoría, les gusta que los hombres la llamen de esta manera? ¿Por qué no conformarse con palabras como reina, princesa o, más simple, amor? ¿Cómo puede gustarle a una mujer, me incluyo, que la llamen, implícitamente bola, cuadrada y rellena? ¿Cómo saben los hombres que una mujer es rica cuando, es mi pensar, ni siquiera la probaron?
Cada vez que escucho esa palabra, mi mente divaga, sueña, imagina una mujer con forma de bombo que habla tal como el bombo suena. Una mujer con voz ronca pero pálida, entrecortada pero amenazante… Otras veces me imagino una mujer morena, que baila, que menea sus gigantes caderas ante un hombre corpulento que intenta copiar sus movimientos.
¿Cuándo llegará la hora en que las mujeres se destapen y, sin tapujos, sean capaces de expresar sus sentimientos gritando a los siete vientos? ¿Cuándo la mujer le dirá al hombre que no quiere oír más la palabra bombón como adjetivo que la califica como hermosa y atractiva?
¿Cuándo el hombre se disculpará y empezará a pensar como mujer? Creo que nunca, por algo es hombre y piensa como tal; pero, como dice Walser(1): “ante una disculpa no hay nada que hacer porque nos parece un gesto amable”.
La mujer aceptará las disculpas pero seguirá infeliz, escuchando, sea a su marido o sea cualquiera, cómo la siguen llamando, pese a no gustarle, con la palabra bombón.

(1)Walser, Robert, “Excusas baratas”, en Escrito a lápiz. Microgramos (1924-1925), Madrid, Siruela, 2005.

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