Tener de amigos a mis hermanos
Desde el momento en el que a uno le dicen “vas a tener un hermanito” la vida no es la misma; el odio, los celos, la disputa, los regalos, el amor: en ese orden. El amor, entonces, viene del odio. Hermano: ¿odio o amor?
Cuando uno quiere, el otro también; si al más grande le compran golosinas, al más chico también; el mayor será siempre el primer nieto y el más chico el consentido por descarte. No es fácil pasar de ser el único en la casa a tener que compartir desde el baño hasta tus propios padres.
Más allá que, para mí, un hermano es lo mejor que a una persona le puede pasar, hay gente que no lo comprende y el odio es el sentimiento con el que definen su relación hacia él. Por lo tanto, me siento competente de afirmar que la relación entre hermanos se define por la tensión entre dos sogas que tiran una para cada lado: la del amor y la del odio. Cuanto más amor, más odio. Y viceversa.
Las peleas entre los hermanos que se llevan bien son breves, concisas, intensas y desalmadas; en cambio, los hermanos que no tienen buena relación ni siquiera discrepan. El amor de los hermanos se define por el odio, por la venganza, por la picardía y por la ingenuidad.
No conozco hermanos a los que les dure la pelea por más de una semana; tampoco algunos que no se saluden por sus cumpleaños o que no recuerden con nostalgia recuerdos de su infancia.
Existen, sin embargo, hermanos que no se saludan y que sienten tanto odio y rencor, que no reconocen su amor y su fraternidad para con el otro; no es que no tengan amor en alguna parte, lo deben tener tan escondido que debe ser difícil hasta para ellos encontrarlo.
No hace falta tener un hermano de sangre para entender qué significa el “amor fraternal”. Con el amor de un amigo a veces alcanza.
Eso sí, a un amigo no hay que odiarlo porque no será más, ni tu amigo, ni tu hermano.
Desde el momento en el que a uno le dicen “vas a tener un hermanito” la vida no es la misma; el odio, los celos, la disputa, los regalos, el amor: en ese orden. El amor, entonces, viene del odio. Hermano: ¿odio o amor?
Cuando uno quiere, el otro también; si al más grande le compran golosinas, al más chico también; el mayor será siempre el primer nieto y el más chico el consentido por descarte. No es fácil pasar de ser el único en la casa a tener que compartir desde el baño hasta tus propios padres.
Más allá que, para mí, un hermano es lo mejor que a una persona le puede pasar, hay gente que no lo comprende y el odio es el sentimiento con el que definen su relación hacia él. Por lo tanto, me siento competente de afirmar que la relación entre hermanos se define por la tensión entre dos sogas que tiran una para cada lado: la del amor y la del odio. Cuanto más amor, más odio. Y viceversa.
Las peleas entre los hermanos que se llevan bien son breves, concisas, intensas y desalmadas; en cambio, los hermanos que no tienen buena relación ni siquiera discrepan. El amor de los hermanos se define por el odio, por la venganza, por la picardía y por la ingenuidad.
No conozco hermanos a los que les dure la pelea por más de una semana; tampoco algunos que no se saluden por sus cumpleaños o que no recuerden con nostalgia recuerdos de su infancia.
Existen, sin embargo, hermanos que no se saludan y que sienten tanto odio y rencor, que no reconocen su amor y su fraternidad para con el otro; no es que no tengan amor en alguna parte, lo deben tener tan escondido que debe ser difícil hasta para ellos encontrarlo.
No hace falta tener un hermano de sangre para entender qué significa el “amor fraternal”. Con el amor de un amigo a veces alcanza.
Eso sí, a un amigo no hay que odiarlo porque no será más, ni tu amigo, ni tu hermano.
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