jueves, 21 de marzo de 2013

TP7



Dime qué pelo tienes y te diré quién eres

El color de pelo es algo en lo que toda mujer se fija; debe estar perfectamente peinado, correcto en su lugar y algún accesorio tiene que darle el toque femenino de la moda de estación.
Para la mujer, el peinado fue, es y será siempre su toque personal. El pelo es su imagen, es lo que necesita para mostrarse como mujer y tener confianza. Todo cambio interno se refleja en el exterior, por eso cuando ella termina alguna relación amorosa o cuando su vida realiza un giro de 180 grados, recurre a la peluquería y realiza un cambio en su peinado.
Si se siente triste, su cabello no tendrá un buen aspecto; mas si se siente plena, activa y feliz podrá mostrar sus atributos libremente y sin tapujos.
A medida que los años (y las modas) pasan y avanzan, son los hombres quienes intentan darle vida y movimiento a sus cabezas. El estereotipo del hombre metrosexual lo define como aquel que se preocupa por su imagen e invierte en cosméticos, ropa y belleza corporal más que el masculino medio. Hubo un tiempo en el que este tipo de hombres gustaba en las mujeres: aquel que se cuidaba, prestaba atención a su estética masculina y se preocupaba por su imagen igual -o veces más- que ellas.
Lo cierto es que la moda de los peinados no discrimina por género ni edad: desde nenas acompañadas por sus madres hasta ancianos concurren mensualmente a las peluquerías de la ciudad.
El que se cree bien peinado, se verá bien peinado. Uno se define por cómo cree y quiere que los demás lo vean y representen en sus mentes. Por ejemplo, yo quisiera ser morocha. Este pelo rojizo que llevo conmigo a veces me agota y sueño con teñirme y cambiarme el color. Con pelo rojo no puedo pasar desapercibida en situaciones que quisiera. Tampoco necesito un nombre de pila para que me llamen: sólo escuchando “colo” me doy por aludida.
No soy fiel recurrente a las peluquerías. Al contrario, les escapo. No comprendo cómo puede haber gente que se pasa horas y horas leyendo revistas chismosas esperando a que terminen de peinarlas para salir a la calle y que al día siguiente se les termine el hechizo. ¡Y rezar que la humedad no las despeine!
Algún día cambiaré el color de mi pelo. A veces imagino qué sería de mí saliendo a la calle con otro color de cabello: podría camuflarme, ser otra persona, tener un sosías, y hasta otra identidad.
Si me creo morocha, ¿seré morocha? Ahora saldré a la calle y haré como si nadie me conociera.

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