La lluvia limpia, borra, olvida y aleja pero también acerca, abraza, besa y enamora...
Ojalá no existieran las sequías y siempre la piel esté humedecida por las gotas.
Sólo hace falta cerrar el paraguas y mirar para arriba, sentir cómo la cara se moja y las penas se van de a poquito; correr el escudo, mostrarse transparente.
La lluvia me hace feliz: ojalá todos los días fueran lluviosos.